¿Dónde está la vida?
Somos una herencia viviente que actuamos conforme a lo que como herencia somos teniendo en cuenta nuestras necesidades de supervivencia; ya que lo importante para la vida no es la propia individualidad viviente, lo importante para la vida es la supervivencia de la totalidad del grupo hereditario viviente. Las herencias nos conducen por el camino evolutivo adaptativo más adecuado para poder vivir, puesto que las herencias son el fruto de la sabiduría hereditaria de todos nuestros progenitores.
Normalmente, las herencias nos permitirán heredar las
adaptaciones más adecuadas para la supervivencia, aunque lo que seamos como
herencia debe ser lo más apropiado para nuestra comunidad hereditaria viviente,
pues nuestra supervivencia depende de la supervivencia de dicha comunidad
viviente. De las herencias adquiriremos las posibilidades de poseer las
libertades más idóneas para poder decidir ante los peligros y las adversidades
que experimentamos. Con lo cual, aunque estemos sujetos por las herencias a los
designios hereditarios a través del dolor y del placer; también esos mismos
designios hereditarios nos permiten decidir cómo vivir, pues en ello nos podemos
jugar la vida. Por eso, esa libertad de decisión impide que estemos sujetos
totalmente por las herencias; pues las propias herencias nos transmiten
psíquicamente ciertas libertades para que podamos disponer de las maldades o
bondades suficientes para poder sobrevivir y adaptarnos mejor a la vida; y eso
es bueno para los seres vivos y para las herencias.
Las vidas no son vidas, son herencias; son adaptaciones
heredadas que nos hacen experimentar nuevas experiencias o adaptaciones para
así poder heredarlas, según el orden
impuesto por las propias herencias. Entonces no somos vida, somos una herencia
que a través de los correspondientes grados de dolor y placer heredados,
experimentamos una vivencia para luego poder heredarla junto con las nuevas
adaptaciones hereditarias que ya heredamos cuando nacimos; ya que lo importante
para el orden viviente no somos las individualidades vivientes, sino las
herencias que transmitimos; porque sin ellas la vida no existiría; puesto que
vivir es heredar, y esto equivale a evolucionar, ya que cuando se hereda se
transmite evolución.
Como herencias que somos, somos una herencia heredada de
otra herencia, y así sucesivamente, en el que el origen y el destino de las
herencias es la transmisión viviente en forma de evolución viviente. La vida se
originó como algo microscópicamente pequeño, y ante la poca probabilidad de
poder crecer individualmente y poder multiplicarse como vida sin la posibilidad
de poder heredar; la vida creó evolutivamente la posibilidad de heredar. La
vida, mediante las herencias, encontraría la forma de duplicarse o de procrear
para así poder trasmitir su herencia; y posibilitar que esa herencia pudiese
también heredar. Porque qué son las herencias sino transformaciones o
evoluciones en las que cualquier ser viviente es una transformación de otra
transformación. O sea una herencia, o copia viviente, con la capacidad de
adaptarse a nuevas vivencias, para así luego poder heredarlas, para poder
transformar su vida en otra vida o herencia más adaptativa; eso es evolucionar.
Entonces, la vida sólo pudo surgir como algo que tarde o
temprano adoptase la capacidad de evolucionar, o sea de heredar, siempre y
cuando antes pudiese dominar la materia blanda para así poder transformarla en
materia viviente y así poder evolucionar como materia viviente. Y ese algo
viviente, sólo pudo haber surgido gracias a que las condiciones fueron las
idóneas para que pudiese evolucionar la vida como vida dominando la materia en
forma de materia blanda, equivalente a materia viviente; y esas condiciones
idóneas sólo se la podía ofrecer un planeta como el nuestro, en donde el frío,
el calor y el agua eran los más adecuados para que pudiese prosperar un orden
viviente, en donde a través de la materia blanda pudiese evolucionar
hereditariamente sin cesar.
Existen dos clases de existencias evolutivas: la
existencia no viviente y la viviente que sólo puede posibilitarse en los
lugares adecuados. Es decir que existen dos tipos de tiempos evolutivos: el
tiempo dinámico universal de la existencia no viviente y el tiempo dinámico
viviente. Entonces, la vida no es vida, sino un inevitable proceso dinámico
especial del tiempo equivalente a una evolución especial que se posibilita hereditariamente a través de la materia
viviente.
Entonces la vida surgió porque era inevitable que
surgiese, eso significa que surgió como tiempo. Además la vida surgió en el
tiempo más adecuado; aprovechando ese momento para ocupar una cualquiera de las
infinidades de partículas que saturan de existencia nuestro planeta y
evolucionar a través de esa materia como materia blanda. Entonces la vida es
tiempo evolutivo; una especie de tiempo evolutivo especial porque evoluciona a
través de la dominación de la materia blanda transformándola en materia
hereditaria; o sea en materia viviente.
La vida no existe como tal, la vida es la representación
de las experiencias psíquicas y físicas que se experimentan en un presente que
no existe como presente; ya que, del pasado más cercano se pasa al futuro más
inmediato. Las vidas son trozos de tiempos evolutivos que transcurren como
tiempos posibilitados en herencias.
Con lo cual, cuando fallece algún ser vivo, no fallece su
vida, fallece su tiempo evolutivo o herencia, que volverá a nacer
automáticamente con el mismo yo, tiempo evolutivo o herencia, en el nuevo
tiempo evolutivo o herencia que evolutiva o hereditariamente le corresponda
vivir. Por eso, las vidas se repiten a través de las herencias o tiempos
evolutivos, como herencias o tiempos evolutivos que son. Es decir, las vidas se
reencarnan como tiempo evolutivo a través de las herencias; volviendo cada vida
fallecida a nacer como tiempo evolutivo en su nuevo tiempo evolutivo, y en el
lugar evolutivo que le corresponda, según el determinado por las herencias.
Pero no solamente la vida es tiempo, todo en el universo
es tiempo, ya que todo es dinamismo y el dinamismo es tiempo. Sin embargo, la vida
pertenece a un tiempo especial, la vida es un trozo de tiempo evolutivo
especial; un tiempo adecuado a evolucionar como vida en unas circunstancias
especiales, las ofrecidas por un planeta
especial como el nuestro. El cual reunía las condiciones adecuadas de frío,
calor y agua, para que así la vida pudiese evolucionar de manera adecuada: como
materia blanda, o llámese materia viviente.
El tiempo es el propio orden del orden dinámico
universal; sin el cual el tiempo no existiría, ni existiría nada, ya que todo
dispone de su orden dinámico, de su tiempo. Por eso, el tiempo no posee
distancias, ni dimensiones que le impidan situarse como tiempo en su tiempo
justo. Con lo cual, la vida tuvo que surgir como tiempo en el lugar exacto; en
el único lugar en donde podía evolucionar como tiempo. Por eso la vida nació
inevitablemente en la Tierra, ya que ésta le ofrecía las condiciones necesarias
para poder evolucionar como vida; y nació como tenía que nacer y dónde tenía
que nacer: nació en el lugar idóneo, como infinita pequeñez dinámica; con la
capacidad de evolucionar de la forma más adecuada que le permitía la existencia;
que sería la forma más adecuada para poder evolucionar eternamente como materia
viviente.
Cuando un yo deja de ocupar una vida, esa vida deja de
vivir ya que deja de poseer un yo. A través del tiempo al que pertenecemos
todos los yos, se transmitirá ese yo automáticamente a una nueva vida que ha de
nacer, para ocupar otro tiempo evolutivo viviente, el que le pertenezca hereditariamente;
ya que, como he dicho antes, no somos realmente vidas somos tiempos evolutivos
vivientes. Cuando se extinga el planeta Tierra, el orden viviente terrestre,
como tiempo y evolución viviente que es, no encontrará distancias ni límites
que le impida adecuarse a existir como tiempo evolutivo viviente en otro lugar
adecuado del universo.
¿Quién vive o experimenta el presente?: nadie, ya que el
presente no existe, del pasado se transcurre inmediatamente al futuro más
cercano. Por eso la vida no vive un presente, vive un tiempo, vive un
movimiento que trascurre dinámicamente; por eso la vida es el tiempo que
evoluciona de una forma especial. Nadie vive como vida, todos vivimos como
tiempo que experimenta experiencias casuales. Vivimos libres; ya que somos un
transcurrir dinámico que no se puede parar a vivir el presente, pues el
presente transcurre del pasado al futuro más inmediato. Por eso todo lo que
vivimos es irrepetible. No se puede vivir otra vivencia exactamente igual, pero
sí una casualidad; por eso vivimos una casualidad detrás de otra.
Autor: Salvador Sánchez Melgar
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