El tiempo no existe (artículo antiguo)





 EL TIEMPO NO EXISTE (artículo antiguo sobre el tiempo)

EL TIEMPO ES EL DESGASTE MATERIAL

El tiempo en el que creemos, el que se supone que existe en todo, es un tiempo ficticio, es un tiempo que no existe. El tiempo sólo es el desgaste dinámico sincronizado de la materia artificial y viviente.

Observando microscópicamente cualquier trozo de materia, se podría comprobar que sufre un lento desgaste material, el cual podría compararse a un lento envejecimiento, a un transcurrir del tiempo. Por consiguiente, también el desgaste o envejecimiento de la materia viviente, es el propio tiempo individual de cada ser viviente. ¿Qué otra clase de tiempo se espera que sea el tiempo?, ya que en realidad el tiempo que nosotros creemos conocer no existe; pues sólo transcurre el tiempo en todas las cosas y en la vida, gracias a sus propios desgastes o envejecimientos materiales particulares.

Nuestra forma de vida humana, más o menos evolutiva, hace que física y psíquicamente nos hayamos creado un tiempo ficticio, en el que el pasado, el presente y el futuro son utilizados como medida de tiempo que refuerzan nuestra propia evolución. El pasado no existe, porque además, representa los recuerdos memorizados que la humanidad ha necesitado y necesita para así poder seguir evolucionando física y psíquicamente; el presente no existe porque no le da tiempo a existir y el futuro tampoco existe porque todo lo que suceda en el futuro está por suceder. Con lo cual, tanto el pasado, el presente como el futuro son utilizados frecuentemente, consciente e inconscientemente, por la humanidad, porque se necesitan para poder vivir y para poder justificar que existe el tiempo.

En realidad ese tiempo que no percibimos porque no existe; pero que hemos creado la sociedad inconscientemente y en el cual creemos, es un tiempo irreal. Sólo existe el tiempo como desgaste particular de cada materia, incluida la materia viviente. El tiempo que la humanidad se ha creado a sí misma, es un tiempo ficticio, un tiempo que no existe, pero que ha contribuido a que la propia evolución humana evolucione sin cesar. Contribuyendo a ello medidas de tiempo inventadas como el segundo, la hora, el año, etc.; o las utilizadas subconscientemente como medida de tiempo.

O sea, que yo no veo el tiempo por ninguna parte, veo que poco a poco todos envejecemos; tanto física como psíquicamente, lo cual no deja de ser un desgaste material tanto físico como psíquico. Desde que nacemos sufrimos un desgaste material, un envejecimiento, aunque los recién nacidos parezcan que no envejezcan. Veo que la materia de los edificios se desgasta o envejece paulatinamente y que las plantas crecen lentamente, lo cual, para las plantas, no deja de ser un desgaste de la vida o una progresiva renovación material que en realidad es un envejecimiento. Veo que evolutivamente todo lo hecho por la humanidad cambia; eso no es tiempo, sino una transformación evolutiva producida por la propia humanidad; una transformación que no produce tiempo sino que manipula a la materia y a las cosas haciendo que todo cambie. Entonces, ¿dónde está el tiempo?: en ninguna parte, el tiempo no existe. El tiempo, no importa repetirlo otra vez más, no es tiempo sino un desgaste dinámico individual particular de cada formación dinámica material, sea artificial o viviente.

Einstein dijo que si alguien viajaba a la velocidad de la luz envejecería menos; no niego que eso no sea verdad; sino todo lo contrario, esa afirmación demostraría lo que yo digo, que esa enorme velocidad o dinamismo afectaría a la materia física y psíquica posibilitándola a desgastarse menos. O sea que la materia experimenta con su dinamismo transformado en velocidad, un menor desgaste o un menor envejecimiento material. Ya antes de la época de Einstein se descubrió que a mayor velocidad mayor deformación sufría la materia. Por consiguiente, debe de estar muy relacionado la velocidad y el dinamismo con la materia y su desgaste material, o tiempo.

Todas estas teorías pretenden demostrar que el tiempo sólo afecta a la materia, sea artificial o viviente. O sea que dónde no exista materia no existirá tiempo. Por lo tanto, en la mayoría del universo que no existe materia, en esos enormes espacios universales sin estrellas, seguramente no existirá el tiempo. Pudiéndose ser, que sólo exista el tiempo en las influencias de los sistemas planetarios, ya que es ahí donde se produce la materia mediante la acción de sus respectivas estrellas, o llámense acumulaciones dinámicas de energías.

Gracias a la posibilidad de que el dinamismo estelar llegue a formarse dinámicamente en forma de materia; ha podido producirse un desgaste material sincronizado de toda la materia estelar. La vida ha aprovechado ese desgaste material para así poder evolucionar adecuadamente como evolución viviente; siempre y cuando las condiciones para que hubiese podido existir como vida hubiesen sido las adecuadas.

Física, psíquica y evolutivamente los humanos creemos vivir en un tiempo que realmente no existe. La evolución humana, se ha creado a sí misma un tiempo ficticio cada vez más complejo; el adecuado para poder vivir la vida psíquica evolutiva humana que se vive actualmente. Un tiempo que creemos que nos afecta por un igual a nosotros mismos y a todo lo que nos rodea. Gracias a la evolución humana, sobre todo al lenguaje, los humanos hemos creado ese tiempo ficticio que creemos que existe en todo; un tiempo en el que creemos que física, psíquica y evolutivamente todo lo encauza; esto nos hace parecer que realmente existe el tiempo.

En general, lo que heredamos, física y psíquicamente, de nuestros antepasados a través de los genes; nos llevan también a heredar unas ataduras con el pasado que además nos previene para vivir el presente que vivimos y el presente que vamos a vivir. Todo esto nos adapta a parecer que vivimos en el tiempo, con lo cual, nos auto-creamos un tiempo inexistente y lo hacemos parecer que es real; y aún parece ser más real al generalizarse ese tiempo en todas las personas. Debido en gran parte a esas creencias y costumbres, pensamos y actuamos como si realmente existiese el tiempo.

Los animales, al no estar tan evolucionados como nosotros, entre ellos no existe el mismo tipo de tiempo que el de los humanos. Los animales no tienen un lenguaje y una simbología tan complicada que les obligue psíquicamente a enlazar el pasado con el presente y el futuro de una forma tan extensa como lo hacemos nosotros. Los animales disponen de un lenguaje y una simbología muy simple, la necesaria para la supervivencia. Para todos los animales, el tiempo, casi totalmente, representa vivir sólo el presente; aunque evolutiva e instintivamente utilicen informaciones heredadas genéticamente por sus antepasados, para así poder actuar mínimamente como si existiese para ellos algo del pasado y del futuro.

El tiempo en las estrellas experimentó su más justa medida, cuando las propias estrellas se constituyeron en sistemas planetarios y llegaron a equilibrarse adecuadamente; entonces todo lo material comenzó a desgastarse de manera sincronizada, originándose el desgaste material empezando por lo más infinitamente pequeño. La materia se produce gracias a las enormes acumulaciones de energía dinámica contenida en las estrellas y a las constantes inducciones dinámicas que el espacio universal induce a cada estrella. En el resto del universo no estelar no existe el tiempo ya que en esos espacios no estelares no se puede crear materia.

Esos enormes espacios universales no estelares, están formados por una masa dinámica uniforme, saturada de infinitas pequeñeces dinámicas semejantes entre sí, que desde sus orígenes dinámicos han mantenido siempre al universo con la misma homogenización dinámica. De esa manera, esa gran masa dinámica universal genera cada vez más dinamismo en forma de individualidades dinámicas; induciendo al universo a moverse de manera uniforme hacia una misma dirección sin fin.

A ese desgaste de la materia también se le podría llamar “inducción de la materia al orden dinámico“; porque las estrellas se constituyeron gracias a una cada vez mayor concentración dinámica situada en los puntos más apropiados del universo; a unas desproporcionadas acumulaciones dinámicas; a unas desordenadas acumulaciones dinámicas universales. Esto posibilitaría las creaciones de las correspondientes esferas energéticas dinámicas, llamadas estrellas; que a su vez posibilitarían la creación de todo un sistema planetario en la mayoría de las estrellas. Sistemas planetarios, que en realidad serían composiciones planetarias compuestas de desordenado dinamismo transformado en materia y en energías dinámicas saturadas de efervescentes dinamismos desordenados.

Por consiguiente, ese constante desgaste material sin fin, está inducido a tratar de ordenar su desordenado dinamismo material, hasta llegar a su desintegración total como materia; y así poder dividirse en ordenadas individualidades dinámicas semejantes entre sí. De ésta manera, se conseguiría que el final de esa degradación material dinámica desordenada se fundiese en la ordenada adecuación dinámica del universo; en la homogenización dinámica que era antes de desordenarse dinámicamente; en el orden dinámico natural que poseía cuando pertenecía al mismo orden dinámico que posee el universo no estelar.

Todos los tiempos materiales de todos los sistemas planetarios actúan de forma parecida. La materia empieza a desgastarse desde lo más infinitamente pequeño; pudiendo tener cada mínima porción material su propio desgaste o tiempo. Por ejemplo: un ser microscópico, está adaptado a vivir un menor tiempo que otro ser mayor; el tiempo que le permita vivir sus correspondientes desgastes materiales microscópicos; puesto que por poseer material microscópico su compuesto material tendría una menor o una más débil composición material, expuesto a desgastarse antes que otro material no microscópico. Toda la materia sufre un desgaste subatómico propio, según sea su pequeñez material; y según sea la naturaleza de la materia y la adaptación de cada materia con el resto de lo material y de la existencia no material.

Los seres vivientes sienten ese tiempo de desgaste, adaptado a sus necesidades materiales. Es decir, por ejemplo, un mosquito está adaptado física y psíquicamente a vivir lo que el tiempo de desgaste de su ser material físico y psíquico le permita vivir, ya que también gran parte del psiquismo es material. Todos los seres vivientes incluido el ser humano, están adaptados física y psíquicamente al tiempo de desgaste de su ser material físico y psíquico, adaptado a su vez al desgaste de todo lo existente que le rodea. Y es que no queda más remedio, pues no sería adecuado vivir por ejemplo mil años si la materia psíquica y física en la que se vive sufre un desgaste material que desgasta su materia en menos de cien años.

Teniendo en cuenta que un segundo es una medida de tiempo inventada; en un segundo parecería que nada en nuestro planeta se desgastase; pero sin embargo todo lo material microscópico sufre un desgaste en el que en menos de un segundo se han producido infinidades de desgastes microscópicos sincronizados entre sí. En menos de un segundo, cada tipo material experimenta sus propio desgaste material, sincronizado dinámicamente con el resto de las materias; ya que de manera subatómica todas las materias están mezcladas con algunos tipos de partículas materiales comunes en todas las materias.

También influye, en la sincronización atómica general de todas las materias planetarias, las inducciones dinámicas inducidas por sus respectivas estrellas, que es la misma inducción inducida en todo su sistema planetario. En el mundo de lo microscópicamente pequeño, el desgaste, o tiempo, funciona igual que en lo no microscópico; con la única diferencia de que el desgaste, o tiempo, en lo pequeño, está sincronizado microscópicamente, y esto influye en lo grande.

Esa adaptación humana al desgaste material, es el tiempo que experimentamos. Pero en otras escalas jerárquicas inferiores, como pueda ser la microscópica, en las que se sufran mayores desgastes, la vida y la materia microscópica experimentará un desgaste, o tiempo, más rápido que el que experimentamos nosotros.

 
Autor: Salvador Sánchez Melgar
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